Cada vez que leo libros de historiadores panameños y extranjeros, experimento una mezcla de asombro y frustración al descubrir datos cruciales de nuestra historia que nunca antes había conocido.
Por ejemplo:
- En 1671, el pirata Morgan y su garulilla no entraron a la ciudad de Panamá La Vieja por el Puente del Rey, sino por el Fortín de la Natividad.
- La construcción del Puente del Rey, hecha de madera en 1619, fue ordenada por el rey Felipe III. Sin embargo, él nunca visitó Panamá y, por lo tanto, jamás cruzó el puente.
- En el siglo XVI, el Camino de Cruces se construyó porque el Camino Real era demasiado angosto y largo para llegar a la ciudad de Panamá.
- En el siglo XVII, la nueva ciudad de Panamá, en el Sitio de Ancón, contaba con solo 300 solares intramuros para edificar casas, iglesias, conventos y edificios gubernamentales.
- El puerto de Perico existe desde el siglo XVI.
- Vasco Núñez de Balboa llegó a un golfo en el Darién el 29 de septiembre de 1513 y, al coincidir con el día de San Miguel Arcángel, lo bautizó como Golfo de San Miguel.
- Ferdinand de Lesseps, el gran francés al mando de la construcción del Canal Francés en el siglo XIX, no era ingeniero. Era un diplomático audaz que valió de sus relaciones con gente poderosa para construir el Canal de Suez.
- Gustave Eiffel, creador de la Torre Eiffel, fue elegido a última hora para diseñar las esclusas del Canal Francés. Ya era demasiado tarde: la bancarrota había golpeado el proyecto.
- William C. Gorgas, jefe de Sanidad en la construcción del Canal de Panamá, tuvo que luchar para que aprobaran el presupuesto de la campaña contra el mosquito transmisor de la malaria y la fiebre amarilla en el Istmo. El gobierno de Estados Unidos creía que las solicitudes de Gorgas no eran prioridad.
Varias preguntas surgen en mi mente: ¿Estos datos me lo enseñaron en la escuela? ¿No presté atención? ¿No he investigado lo suficiente?
Al escribir mis novelas La Piedra de la Isla 1, La Piedra de la Isla 2 y Las Mujeres que Bordaron su Libertad, estudié a múltiples historiadores y encontré datos que no están en los textos escolares. También he visto fotografías y documentos de nuestra historia que muy pocas personas conocen. Nos hemos perdido de una parte de nuestra identidad.
En algunas escuelas panameñas el 15 de abril es una fecha especial, los estudiantes se disfrazan, hacen teatro y dramatizan la rabia de don Chema cuando los gringos no le pagaron la tajada de sandía. Así conmemoramos el Incidente de la Tajada de Sandía de 1856. Todo dura unas horas y luego se olvida hasta el próximo año. Lo peor es que nadie se queda con ganas de investigar: ¿Qué pasó después con don Chema y los Yankees? ¿Cómo terminó ese conflicto? ¿Sabían que fuimos culpados por el Incidente y pagamos una especie de indemnización a Estados Unidos? Recuerden que éramos parte de Colombia. Apuesto que tampoco sabían que, un grupo de artesanos y gente del pueblo estaban planeando un levantamiento. Sí, el Incidente de la Tajada de la Sandía fue el clamor de un pueblo hastiado de abusos. Un dato más: enviaron a un Texas Ranger a poner orden en la línea del ferrocarril. Se llamaba Randolph Runnels y ejecutó a muchos según su ley. No, estoy segura que tal vez no lo sabiamos, hemos vividos de espaldas a nuestra historia.
Nuestros pueblos originarios narraban oralmente su historia. Con la llegada de los españoles los cronistas y escribanos dejaron la historia plasmada. En el siglo XIX los poetas, políticos como Justo Arosemena, pensadores y escritores de Santa Ana nos dejan un gran material. En el siglo XX, con un país partido por la mitad algunos lucharon por la patria desde sus plumas, pero pocas décadas después, apenas se recuerda el nombre de Ascanio Arosemena en una canción.
En nuestra historia hay muertos que no hemos llorado y luchas que no hemos celebrado. Si bailáramos la historia como se tuerquea el reguetón, seríamos una nación brillante con generaciones de plumas inmaculadas y vocabulario extenso. Pero no es así, la historia se ha convertido en un trasto viejo abandonado en algún rincón polvoriento.
En otros países, la historia es venerada en los programas educativos. Se enseña con libros hermosos y narraciones atrapantes. Se inculca amor por el origen. Mientras tanto, nosotros destruimos barrios llenos de historia y usamos textos escolares tediosos que se estudian por obligación. ¿Por qué los panameños vivimos de espalda a nuestra historia? ¿Quién nos sembró un borrador ingrato en la cabeza?
Cada día me levanto con la determinación de contarles la historia con pasión. Produzco series con mis propios recursos, adornando los hechos con narraciones vibrantes. Solo espero que en un futuro no tan lejano valoremos a Chimbobó o el momento que vivió Don Chema hace más de siglo y medio, para hacer justicia a los cinco centavos que la historia le debe.
La historia no es solo pasado, es la raíz de nuestra identidad y el cimiento de nuestro futuro. Si queremos un Panamá más fuerte y consciente, debemos dejar de ignorarla y comenzar a vivirla, sentirla y honrarla.