Questor

Hay novelas que se leen y se cierran. Y hay otras que se quedan vibrando como un tambor antiguo en el pecho. Questor, de Emelio Gómez, pertenece a esta segunda estirpe: la de las obras que despiertan memoria, que remueven raíces, que obligan a mirar hacia atrás con una mezcla de asombro, dolor y gratitud.

Para quienes nacimos marcados por las grandes narrativas políticas de América Latina, los ideales juveniles, las revoluciones, los mitos y los silencios, la novela es más que ficción: es un espejo. En mi caso, hijo de la revolución sandinista y formado en un hogar donde los relatos de sacrificio, esperanza y lucha eran parte de la vida cotidiana, Questor me devolvió escenas, voces y emociones que creía dormidas. En sus páginas volvió a latir la épica estudiantil, la solemnidad de los viejos discursos, ese germen de idealismo que en muchos de nosotros todavía arde.

Emelio Gómez logra algo poco frecuente: narra episodios históricos de Nicaragua, como la toma de la casa de Chema Castillo o los interrogatorios brutales de la época, con un rigor que sorprende, pero sin sacrificar la humanidad ni la tensión narrativa. Su escritura permite ver, oír y sentir esos momentos decisivos de nuestro pasado colectivo, no como consignas repetidas, sino como hechos palpables, frágiles, llenos de sangre y de destino.

La novela también es un recorrido geopolítico por Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Cuba y Venezuela. En cada país Gómez traza un mapa emocional y social que ilumina las conexiones invisibles de nuestra región. La investigación minuciosa se mezcla con una ficción potente que no se aleja de la historia, sino que la acompaña y la revela desde dentro.

Pero el mayor acierto de Questor son sus personajes. Mike encarna el sacrificio y la entrega; es héroe y mártir sin caer en la caricatura. Mónica posee una fuerza que enamora por su humanidad y sus imperfecciones. Y JJ, quizá el más entrañable, conmueve por su resiliencia, por la forma en que la vida lo quebró pero nunca lo venció. No son símbolos políticos: son personas, vivas, complejas, contradictorias, hondamente reales.

Incluso las escenas que rozan lo espiritual, como la presencia de un espíritu en la playa, dialogan con las tradiciones afrocaribeñas y las sensibilidades místicas de nuestro continente, recordándonos que América Latina también se explica desde sus ancestrías.

El final merece mención aparte. No es abrupto ni complaciente: es un cierre escalonado, pleno, que revela su propósito con precisión quirúrgica. Una conclusión que deja en el lector la sensación de un círculo perfecto que se cierra sin estridencias, pero con una fuerza emocional que permanece.

Questor es una novela que se agradece. Una obra que devuelve a la literatura latinoamericana su pulso más profundo: la mezcla de historia, dolor, esperanza y humanidad. Emelio Gómez escribe lo que muchos vivimos, pero que pocos hemos sabido nombrar. Su libro rescata la voz de una región que sueña, sangra y se reinventa.

Rubén Darío escribió: “La historia es un sueño grande, y el hombre es un pequeño sueño dentro de ella.”
En Questor, ese sueño despierta.
Y nos despierta a nosotros con él.
VOTD

Fue un regalo, y la agasajada está feliz, lo lee con deleite.

Me gustó un buen

Es muy entretenido

😍😍😍